"Cuando tenía 8 años, me levanté a la madrugada y escuché ruidos. Espié y estaba mi mamá llorando. Le pregunté qué le pasaba y no me decía. Le insistí hasta que me dijo: ‘Lloro porque no sé qué les voy a de comer mañana, a vos y a tu hermana’. No teníamos nada. Pero nada, nada, nada. La abracé y le dije: ‘No te preocupés, estamos todos bien, estamos juntos, yo te voy a ayudar’. En ese momento me cargué la mochila de mi casa, sentí que mi obligación era sacar adelante a mi familia".
Son las palabras de Braian Toledo y marcaron su conmovedora historia de vida, que se acabó muy temprano este jueves a los 26 años cuando sufrió un accidente fatal con su moto cerca Marcos Paz.
En esa localidad bonaerense hizo sus primeros lanzamientos con jabalina y allí le realizó en 2016 una entrevista El Gráfico, donde el atleta habló sobre sus sacrificios para llegar a consagrarse campeón juvenil en Singapur 2010 y a obtener la medalla de plata en el Mundial Junior de Barcelona en 2012.
Para ilustrar lo duro de su infancia, Braian contó: "Hasta los 12 años tenía una cama para nenes, pero dejé de entrar. Tuvimos que tirar el colchón en el piso de la casilla. Pero era finito y había mucha humedad, así que poníamos cartón y lonas en el medio".
"Me acuerdo que en el 2009 tuve un viaje con la delegación argentina y la primera noche, en nuestra pieza, hicimos un quilombo tremendo. Entró el técnico y nos retó. ´Es culpa mía, profe, disculpe´, le dije. Pero él siguió enojado. Entonces le tuve que explicar que estábamos corriendo todo porque yo no podía dormir arriba de una cama: me daba vértigo. Al otro día, en el desayuno, me fue a buscar, le conté mi historia, se emocionó y me pidió disculpas. Y a partir de ahí, mis compañeros ya sabían que yo dormía en el piso", explicó Toledo.
Con un padre ausente, el lanzador de jabalina que representó a la Argentina en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012 no tuvo un camino fácil. "Fui abanderado hasta los últimos dos años, cuando empecé a faltar por los viajes. No sé cómo, pero yo de chico percibía la tristeza de mi vieja. Entonces sentía que mi obligación era estudiar, que se sintiera orgullosa de mí. Que viera que el esfuerzo que hacía para darnos de comer tenía su fruto. Mis 10 eran para que mi mamá me abrazara, para que se sintiera orgullosa. Para mí, sacarme un 9 era malo".
El afán por ayudar a la familia lo hizo quedarse en su casa hasta los 20 años, cuando se alquiló un departamento para vivir solo tras algunos episodios de violencia de parte de su madre. "Estuve más de un año sin hablar con mi mamá, hasta que sufrió un problema de salud y la perdoné", explicó el joven.
A pesar de su sueño olímpico, Braian no se desentendió de su familia. "A mí hermana le ofrecí pagarle los gastos de sus estudios, con la condición de que intente terminar", relató Toledo, quien por esa época se mantenía con una beca deportiva y lo que conseguía de algún sponsor.
Sin embargo, no le alcanzaba y volvió a poner el hombro para superar la situación. "Entonces decidí que, para dejar el alquiler, había que construir una casita", contó el atleta a El Gráfico.
Como no tenía dinero para comprar materiales ni pagarle a un albañil, pidió algo prestado a un amigo y al marido de su prima, y dedicó casi todo el año 2015 a la tarea de levantar la vivienda. Junto a ese familiar, "trabajábamos hasta las 11 de la noche, porque al otro día yo entrenaba y él se iba a laburar; y los sábados y domingos, casi todo el día".
Gracias a su gran esfuerzo, Braian también participó en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, donde alcanzó la final y se puso como objetivo Tokio 2020.
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Si bien de chico "soñaba que iba a jugar a la pelota para ayudar a mi familia", Toledo se dedicó a su pasión y no se arrepintió. "Siento que hice lo que tenía que hacer. No me parece extraordinario, tal vez porque soy muy exigente conmigo. Cuando algo sale mal, ando triste, lo traslado a todos lados. Y eso no está bien. Si no me permitía un 9, podés imaginar que no me permito un error en un entrenamiento", explicó en la entrevista de 2016.
Para clasificar a Tokio y llegar de la mejor manera, Braian se había radicado en los últimos meses en Finlandia para acercarse a los mejores especialistas de lanzamiento de jabalina y, de paso, abstraerse un tanto de las complicaciones que plantea Argentina para un atleta.
"Vos decís que es valorable, pero cuando te va mal, en Argentina te hacen pelota. A mí me pasó en Londres 2012. Fui a competir con 18 años: era el hombre más joven del país en un juego olímpico. Quedé 28° de 45: no era malo para mi edad, porque un lanzador alcanza su mejor nivel a los 26, 28 años. Pero llegué acá y recibí mil críticas: que era el peor, que ´se acabó Braian´. Todo eso me afectó mucho, hasta que lo entendí: si no saben que un lanzador de 18 años nunca le va a ganar a uno de 26, su crítica no sirve. ¿Cómo le voy a ganar al tiempo? Al tiempo no se le gana. Ni siquiera en estos juegos voy a alcanzar mi mejor nivel: el pico será en 2020 y 2024, con 26 y 30 años", señaló el joven.
Braian se fue pero quedó su marca en el deporte y quienes lo conocieron por su constante sacrificio y espíritu colaborativo. Tal es así que en los últimos días estuvo en Buenos Aires para participar del campus de deportistas juveniles en el Cenard de Núñez con miras a los Juegos de la Juventud de Dakar 2022, donde brindó su experiencia a los chicos.
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