Portada  |  09 agosto 2020

A 30 años de "Canción animal", un disco inolvidable al calor de las masas

El quinto álbum del trío lo elevó al olimpo del rock argentino. Hoy, tres décadas después, su status de clásico se ha acrecentado y las redes sociales pusieron en evidencia la marca que dejó en varias generaciones.

Espectaculos

“Escuchalo a todo volumen”, decía el sobre interno del vinilo de “Canción animal”. Pero el consejo no era necesario. Ya desde el primer tema, desde los guitarrazos de Gustavo Cerati en “En el séptimo día”, desde la contundencia de las primeras líneas (“Odio este domingo híbrido de siempre”), el disco te volaba la cabeza.

Hace 30 años, el 7 de agosto de 1990, Soda Stereo hacía historia con su quinto álbum, considerado por muchos el mejor de su carrera. “Canción animal” terminó de consagrar al trío como el grupo más popular de Latinoamérica, los elevó al olimpo del rock argentino —a la altura de Charly García o Luis Alberto Spinetta— y se convirtió en un álbum seminal que iba a terminar influenciando a muchos músicos de la región, desde Café Tacuba a Julieta Venegas.

Visto en retrospectiva, “Canción animal” parece hoy más un compilado de clásicos que un disco convencional. La mayoría de sus temas suenan a hits, son canciones que están grabadas en el inconsciente colectivo: ahí están “De música ligera” —tal vez el hit más emblemático del trío—, pero además “Hombre al agua”, “En el séptimo día”, “Sueles dejarme solo”, “Entre caníbales”, “Un millón de años luz”, “Cae el sol” y “Té para tres”. Es muy difícil imaginarse un LP original que reúna semejante material hoy en día. Este también fue el disco más rockero y sanguíneo de la banda, y el primer registro en el cual Cerati empieza a reflejarse como un heredero del rock argentino, combinando tradición y modernidad en partes iguales.

¿Por qué “Canción animal”, a 30 años de su edición, conserva su potencia y su frescura? “Si «Canción animal» está considerado como el gran clásico de Soda, eso se debe a sus canciones”, dijo en charla con Escenario el periodista rosarino Diego Giordano, autor del libro “Uniendo fisuras” (2019), que se centra en la época de “Signos”. “En la historia del rock argentino, no son muchos los discos que concentren tantas canciones excelentes. Hay que pensar en Invisible, Serú Girán, o en algunos discos solistas de García, Spinetta o Páez. «Canción animal», que corona la etapa imperial del grupo, muestra a Cerati en lo más alto de su performance como autor de canciones”, precisó.

Aunque ahora cueste imaginarlo, antes de editar “Canción animal”, Soda venía de un período de transición y crisis. La extensa gira del disco “Doble vida” había dejado a la banda en un estado de agotamiento, tanto físico como artístico. Había una necesidad de reinventarse. Gustavo Cerati, en lo personal, también necesitaba parar un poco: se había separado de la bailarina Belén Edwards tras un matrimonio fugaz y había roto el contrato con el manager Alberto Ohanian. Era un momento para barajar y dar de nuevo.

En ese interín, Cerati volvió a vivir en la casa de sus padres, en Villa Ortúzar, y allí empezaron a germinar las canciones que después terminarían en “Canción animal”. En soledad y en la habitación de su adolescencia, el cantante se reencontró con sus viejos discos de Pescado Rabioso, Color Humano y Vox Dei, y ese viaje hacia el pasado se siguió profundizando poco después, cuando se mudó con su nueva novia —Paola Antonucci— al ya mítico departamento ubicado en avenida Figueroa Alcorta (“Avenida Alcorta, cicatriz...”) y Basavilbaso, muy cerca de la cancha de River.

“Después de «Doble vida» y su perfección de laboratorio, y del bochornoso EP «Languis» (de 1989), era cantado que Cerati, que se había convertido en una especie de Julio Iglesias latino, iba a querer correrse de ese lugar”, cuenta Diego Giordano. “Y eligió la manera correcta: volver a leer la info de su ADN —Pescado Rabioso, Vox Dei, Led Zeppelin— y redescubrirse como guitarrista de rock. Además de su propia intuición, Cerati supo leer el cambio de marea cuando, en Estados Unidos, tomó contacto con discos de bandas como Screaming Trees, que anticipaban la vuelta a un sonido más visceral”, señaló el periodista.   

Guitarras y psicodelia. Apenas empezaban los 90, el líder de Soda ya había captado el cambio de época. Dejó atrás los sonidos sintéticos de los 80 y tomó la ruta de las guitarras ruidosas del pre-grunge, sumadas a algunos detalles estéticos de la psicodelia que había resurgido en Manchester a fines de los 80. De esa mezcla, surcada en el centro por el rock argentino más pesado de los 70, nace “Canción animal”, que podía ir del riff épico de “Un millón de años luz” a la oscuridad distorsionada de “Sueles dejarme solo”, pasando por la spinetteana “Té para tres”. El concepto del disco, por otro lado, estaba ligado a la relación fluctuante y fuertemente carnal que Cerati mantenía con su novia, y a las noches que pasaban juntos escribiendo y tomando LSD en el departamento de Avenida Alcorta.

El álbum se grabó en junio de 1990 en los estudios Criteria de Miami, con el tecladista Tweety González, la percusionista Andrea Alvarez y Daniel Melero (ver aparte) como invitados. “«Canción animal» era orgánico. Era una vuelta al rock y al tocar de verdad”, recordó Andrea Alvarez en charla con Télam. “Son introducciones largas y recién entra la voz como al minuto, los estribillos aparecen tarde, son temas cortos sin ser hits comerciales”, definió.    

La grabación del disco fue rápida y fluida, pero los ensayos posteriores para la gira de presentación fueron “intensos y agotadores”, según contó la percusionista. “La dinámica era que había que quedarse hasta que las velas no ardieran. Ensayábamos todos los días. Gustavo no paraba”, afirmó.

El éxito del disco fue arrollador. Soda alcanzó en ese momento su máximo pico de popularidad, y la “Gira Animal” recorrió toda la Argentina, Latinoamérica, España y Estados Unidos. Después de marcar hitos en el estadio de Vélez (22 de diciembre de 1990) y en los 14 shows que dieron en el Gran Rex (julio y julio de 1991), la gira terminó en diciembre del 91 con un histórico recital gratuito en la Avenida 9 de julio, que convocó a 250 mil personas.

Hoy, a tres décadas de su edición, el estatus de clásico de “Canción animal” se ha acrecentado. Los motivos son varios, como bien señala Diego Giordano. Algunos son artísticos, y otros se corresponden con los cambios de la industria. “El disco sale en un momento en que el rock argentino, tal como lo entendíamos, estaba desapareciendo. Me refiero al rock que contaba con el apoyo de las grandes compañías discográficas, como EMI, Warner y CBS. Esas compañías cancelaron los contratos de las bandas más chicas cuando vino la crisis económica del 89. Y el negocio se reconfiguró y cambió completamente”, explicó.

Desde esa mirada, nada equiparó en valor artístico a “Canción animal”. “En los 90 no se renovó el gran olimpo del rock argentino”, aseguró el autor de “Uniendo fisuras”. “Los grandes artistas siguieron siendo los mismos, y en todo caso se sumó un grupo como Babasónicos, con excelentes canciones y grandes discos. Lo demás es de una medianía terrorífica. Claro que hay buenas bandas, pero son esfuerzos independientes, de sellos chicos y escenas pequeñas. A la escala de Soda Stereo no apareció nada más. La industria de la música ya no lo permite, porque hay una diversificación enorme, y además el rock dejó de ser el negocio que era”, apuntó.

En ese sentido, “Canción animal” no es sólo es un clásico popular con canciones inoxidables, también es el último gran disco de una época de oro para el rock, una época de expansión y profunda influencia cultural que Soda Stereo encarnó mejor que nadie.

Fuente: La Capital de Rosario

 

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